“Si alzas tu mano, contén tu ira y si te alzas en ira, contén tu mano”
Los Samuráis o los místicos Guerreros Japoneses, vivían cada día de sus vidas como si fuera el último, situación que los llevaba a vivirla o disfrutarla al máximo, no solo eran expertos en el arte de la espada o del combate, sino también en el arte, ya que escribían poemas, practicaban el arte de la caligrafía, sabían de música, ceremonias y muchas otras sutilezas de la vida.
Su instrucción era completa y basada netamente en códigos de honor y respeto hacia sus semejantes, a diferencia de la imagen errónea que se les dio en occidente, definiéndolos solo como guerreros o soldados violentos.
Sus códigos se basan en el Bushido o Camino del Guerrero, y entre ellos existía una máxima que originó la historia que les voy a contar, ésta era la siguiente; “Si alzas tu mano, contén tu ira y si te alzas en ira, contén tu mano”.
Cuenta una historia que un pescador tenía una deuda con un Samurai de una comarca vecina, esa deuda tenía un vencimiento que al llegar, este pescador no iba a poder cumplir y así llegó el día en que el Samurai arribo a la isla donde vivía el pescador para cobrar su deuda.
El pescador desesperado por que sabia que iba morir, ya que no pudo cumplir con su palabra otorgada al Samurai, entonces decide huir y esconderse al otro lado de la isla, pero para desgracia del pescador, el Samurai gracias a sus habilidades de guerrero, lo encuentra.
El pescador al ver la muerte venir, le pide perdón por no haber cumplido con su promesa de pago, explicando que la pesca no había sido buena y por ello no tenia el dinero para pagar y su vez su familia tenía hambre, por que tampoco los podía proveer.
Después de tratar de explicarle al Samurai los motivos por los cuales no había podido cumplir con su deuda, éste le dijo al pecador alzando su espada, “haz faltado a tu palabra y por lo tanto no tienes honor, por ello prepararte a morir”.
En ese instante el pescador recuerda la máxima del código samurai y le dice al samurai; si tu eres un hombre integro que respeta los códigos del Bushido y por lo tanto tienes honor, deberás conocer la máxima que reza: “Si alzas tu mano, contén tu ira y si te alzas en ira contén tu mano”.
Al escuchar éstas palabras del pecador, el samurai comprende que debe darle otra oportunidad, ya que realmente se encontraba actuando con ira y sus códigos le enseñan que en ese estado, su puede faltar a la verdadera justicia.
El pescador salva su vida por haber recordado a tiempo ésta máxima de honor, el samurai le otorga un plazo de un año más para cumplir con su deuda, quedando restablecido el pacto, el samurai se retira a su hogar y el pescador a su trabajo, pero esta vez con una obligación que cumplir que trascendió de lo material a lo moral.
Cuando el samurai después de un largo camino llega a su hogar, era muy tarde y era costumbre anunciarse antes de entrar, para ser recibido como el señor del hogar, pero en ésta ocasión decide no hacerlo para no incomodar a su familia y se dirige a su habitación deseando ver a su esposa, que había extrañado profundamente.
Muy sigilosamente se desplaza por su casa hasta llegar a sus aposentos, pero para su asombro y en la oscuridad, ve a su mujer en la cama con un acompañante, reaccionando inmediatamente alza su espada.
Al encontrarse ante semejante situación, viendo a su mujer en el lecho matrimonial con un acompañante, el samurái rompe en ira, desenvaina su espada y en el momento que esta a punto de ultimar al acompañante, recuerda las palabras del pescador, o el código Bushido, “Si te alzas en ira, contén tu mano y si alzas tu mano contén tu ira”, en un instante sintió la necesidad de ser fiel a sus principios y superarse a si mismo en tan terrible situación.
Esta situación representó tal vez la mas dura de las pruebas por las que un guerrero podía atravesar, entonces se retiró sigilosamente y volvió al portal de entrada a su hogar, cumpliendo así con la costumbre de anunciarse para ser recibido, como el señor de la casa.
Inmediatamente se hace presente ante él su mujer, quien lo recibe con la más grande de las alegrías, dejándolo perplejo lo abraza con fuerza y le susurra al oído cuanto lo extrañó.
Fue entonces cuando detrás de ella, aparece su suegra, es cuando su mujer le cuenta que en las aldeas vecinas, se había escuchado sobre la aparición de ladrones, que saqueaban casas y por ello invitó a su madre para que durmiera con ella y si alguien entraba a la casa por la noche, iba a pensar que él se encontraba en el hogar y por lo tanto seguro que huiría.
El Samurái se estremeció al comprender que tal vez esa noche hubiera sido la más terrible de su vida, si se hubiera dejado llevar por el impulso de la ira, ya que para ese momento su suegra y su mujer estarían muertas, por un error que desembocaría en la más terrible de las fatalidades, así volvió a su mente el pescador, a quien él sintió que le debía.
Así, por un error o por dejarse llevar emocionalmente en un momento de ira, hubiera terminado con la vida de sus seres más queridos, fue entonces que se dio cuenta del valor de sus enseñanzas marciales o el código Bushido y de su esencia ancestral, pero sin dejar de lado a la persona que en cierta medida hizo que revalorizara sus enseñanzas, el “pescador”.
Al año siguiente el samurái vuelve a la villa del pescador, para cobrar su deuda, pero ésta vez encuentra al pescador esperándolo en el puerto para recibirlo.
Con una expresión de alegría el pescador saluda al Samurái, con una gran reverencia y ante todo vuelve a agradecerle, que en su momento no le quitara la vida, permitiéndole así saldar su deuda, la cual había reunido con sus intereses.
Sintiéndose verdaderamente bien, por haber cumplido con su palabra y con esta deuda que se transformó en una deuda de honor, el pescador le cuenta al samurái, que había sido uno de los mejores años de pesca que tuvo en mucho tiempo y por ello además de reunir el dinero de su deuda, pudo brindarle bienestar a su familia, que había pasado hambre el año anterior.
Después de contarle sus vivencias al samurái, el pescador le entrega el dinero pactado, en ese momento el samurái le toma la mano con fuerza y le dijo; “que éste dinero sea para tu familia por que tu deuda fue saldada, de tal forma que yo estaré en deuda contigo por el resto de mi vida”.
“Si alzas tu mano, contén tu ira y si te alzas en ira, contén tu mano”
LAS PUERTAS DEL CIELO
Un guerrero, un samurai, fue a ver al maestro Zen Hakuin y le preguntó: «¿Existe el infierno? ¿Existe el cielo?¿Dónde están las puertas que llevan a ellos? ¿Por dónde puedo entrar? Era un guerrero sencillo. Los guerreros siempre son sencillos, sin astucia en sus mentes, sin matemáticas. Sólo conocen dos cosas: vida y muerte. El no había venido a aprender ninguna doctrina, sólo quería saber dónde estaban las puertas para poder evitar la del infierno y entrar en el cielo. Hakuin le respondió de una manera que sólo un guerrero podía haber entendido. «¿Quién eres?» – le preguntó Hakuin. «Soy un samurai», respondió el guerrero. En Japón, ser samurai es algo que da mucho prestigio. Quiere decir que es un guerrero perfecto, un hombre que no dudaría un segundo en arriesgar su vida. «Soy un samurai, un jefe de samurais. Hasta el Emperador mismo me respeta», dijo. Hakuin se rió y contestó: «¿Un samurai, tú? Pareces un mendigo». El orgullo del samurai se sintió herido y olvidó para qué había venido. Sacó su espada y ya estaba a punto de matar a Hakuin cuando éste le dijo: «Esta es la puerta del infierno. Esta espada, esta ira, este ego, te abren la puerta». Esto es lo que un guerrero puede entender. Inmediatamente, el samurai entendió. Insertó de nuevo la espada en su cinto y Hakuin dijo: «Aquí se abren las puertas del cielo». El cielo y el infierno están dentro de ti. Ambas puertas están dentro de ti. Cuando te comportas en forma inconsciente estás a las puertas del infierno, cuando estás alerta y consciente estás a las puertas del cielo. La mente es el cielo,, la mente es el infierno, y la mente tiene la capacidad de convertirse en cualquiera de ellos. Pero la gente sigue pensando que existe en alguna parte fuera de ellos mismos…El cielo y el infierno no están en el final de la vida, están aquí y ahora. A cada momento las puertas se abren…en un segundo se puede ir del infierno al cielo, del cielo al infierno.